Wednesday, September 06, 2006

Observación momentánea del hombre

¿Y por qué "Es tan corto el amor/ y tan largo el olvido"?

El hombre es un animal de costumbres, de cierta tendencia a la ausencia permanente; sólo saborea algo cuando ya no existe, cuando se esfuma en la niebla del pasado.
Noto un cierto conformismo y adaptación en el hombre. No me refiero al hombre que ha conseguido avanzar en las ciencias, las letras... Hablo de la persona, de ese si-mismo que se adormece en la vulgaridad que no le duele.
Conseguida una meta, dejamos pasar un tiempo prudencial, y nos olvidamos de disfrutar cada día del esfuerzo que nos costó lograr esa pequeña parcela de satisfacción; no ejercemos un orgullo sano, ni siquiera participamos en lo que hemos conseguido.

El amor es una pequeña muestra de esta incapacidad humana -el corazón como atacado de una parálisis- que obliga al hombre a desatender sus sentimientos y caer en la rutina. Cierto que la rutina es amiga de la tristeza y la depresión de las emociones, pero más cierto aún es que nosotros mismos convertimos nuestras vidas en una rutina, ¡hay gente que la ansía!
Una vez encauzada una relación de amor, pasamos de ese éxtasis anfetamínico que nos regala el cerebro, a un bochorno diario, una espesa mirada, una convivencia inútil. De ahí el amor pasa a ser codicia, como una posesión, símil a los objetos que jamás tiramos por amarrarnos a una materialización del recuerdo.
Y, a pesar de ser un espeso y vago caminar, el tiempo pasa como inadvertido, y por lo tanto aparentemente fugaz.
En ese puente –curiosa similitud con la estructura de la vida- entre el nacimiento de las miradas pasionales reprimidas y la despedida de los últimos besos, es donde verdaderamente una persona comprende la naturaleza del hombre, que no es más que un gracioso cuadro variopinto, de tantas pinceladas – y a veces brochas- como hombres en la Tierra.
Una vez agotado el amor, o fuerza rutinaria conocida como noviazgo (o el error burocrático llamado matrimonio), el hombre pasa a una nostalgia irremediable, como una pérdida insoportable de algo que le pertenecía. He ahí el error del hombre: el lamento de su propia incapacidad para disfrutar diariamente de los varios productos de su esfuerzo.
Un hombre que ha construido electrodomésticos, edificios, todo tipo de medios de transporte –y por lo tanto de comunicación-, se complace de sí mismo por unos momentos y luego cree que ya no ha de disfrutar cada instante del uso de sus invenciones.
Convencidos de estabilidad y monotonía relegamos al ostracismo lo diario.
En cambio, cuando la situación ha de mudarse –entre otras la posibilidad de la pérdida o deterioro de algún bien, material o sentimental-, el hombre anhela todo cuanto ya no posee; es como si su seguridad le hubiera privado del deber de agradecer a su si-mismo o a los hombres pasados cada una de sus anteriores, y ahora ya extraviadas, posesiones.
Aun así, estos ejemplos no son la única imagen que relatan esta patología de la rutina y la conformidad negativa del hombre; sólo quise hacer una superficial alusión al amor como respuesta a los versos de Pablo.

Aludir a una costumbre del hombre, o tratar de dar una observación momentánea del hombre, no es un ejercicio de presuntuosidad, sino que es un intento de alentar a quien pueda –tal vez en la literatura sólo tratemos de alentarnos a nosotros mismos- de que evite una notoria tendencia a creer que uno es feliz sólo porque cree que lo que tiene será inmutable.
No declaro inmanente o permanente esta crítica; tampoco quiero desarrollarla como algo firme. Algo que se declara irrefutable sólo puede llevar a la intolerancia. ¡Bastante ya tuvimos –y tenemos- con los dogmas de la religión y de Papá Estado!

“Observación momentánea del hombre”
Salvador Amargo
6 de septiembre de 2006
El hombre ha de ceder en si mismo.

1 Comments:

Blogger adellla said...

Vaya! He llegado buscando a Neruda, qué cosas tiene la vida
Siempre me ha conmovido tu manera de escribir

4:26 PM  

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