Wednesday, January 07, 2009

Nota de ruego.

Hay palabras de estaca cárdena en tus zócalos, aunque pisen fuerte sobre el barro, o sobre mi pecho, que viene a ser lo mismo. Ejerce sobre mí una presión proporcional a los instintos que me atizan al atardecer de mis sueños, saborea tu victoria sobre mi derrota más fiel, y vuelve a ejercer una presión inversamente proporcional a todo lo que te he odiado. Hazme saborear la gloria de tus falanges y el rencor de tus nudillos, planea el peor homicidio sobre mi sien, y luego deja que se oxide hasta que quede imperceptible. Seré un decibelio truncado en el sol más pueril, hasta que brillen mis ojos de muerte: desata tu felicidad sobre mi envidia y cabecea con tu vómito ebrio de antigüedad mi testículo masacrado por estirpes esperanzadas que terminaron en nuestras sábanas, en mis perversiones, en tu vientre depilado. Lanza al cielo tu orgasmo más africano y restriégamelo por todo el pasado, rodéame con tu nostalgia menos evidente para demostrarme tu humanidad y mi pobreza; los pasos que más me duelen son los que ya no se escuchan en mi pasillo, esplendoroso en tu desnudez, en el alba de tu melena, y en el principio del paraíso de tus piernas. Good Bye, Good Bye, ya ni sé cómo llamarte, son tantos nombres los que te puse, son tantas las esperanzas, fueron tantos los besos como los escalofríos vacíos y quebrados que se quedan recorriendo el laberinto de esta soledad, resonante en los termosifones incrédulos de mi casa. Yo asfalté de besos la autopista de tus piernas, y a 120 me estrellé con el último de tus labios. Un grito, un susurro, te vestiste y cerraste la puerta que rechinó en un “adiós, cariño”.

Ahora que te has ido sólo quiero matarte. Y sólo sé matarte destripándome a mí mismo. Nunca le deis mis órganos a nadie, por si tu nombre se quedó en alguna célula sanguínea, preparada para reproducirse en otro cuerpo, en otra vida, en otra certeza de esta Muerte que habita tus ojos.

Saturday, January 03, 2009

Muerte clásica

Estoy cayendo en desuso

con este tímpano amargo

y mi pecho hilado en tangos.

Aunque sea ya no intruso


sino arlequín del infierno,

malabar en entre dicho

como un killer, ante el nicho

rezándole al dios incierto


de la mentira enfrascada.

Aunque no encuentre jamás

una victoria sangrienta


llevaré este alma cansada

pobre e infiel, al ramadán

donde no existan tus piernas.



Improvisado

S. Amargo

Enero, 2009

Wednesday, January 17, 2007

La Concha

Versos decasílabos con una variante en el penúltimo verso. Rima más bien libre, salvo en las dos últimas estrofas. Enjambements llenos de alcohol y deseo de olvidarlo todo, y de no olvidar nada. Mientras tanto, las olas de La Concha se baten con las rocas.
"La Concha fue algo inevitable
en las guitarras que murmurando
traían un invierno afilado,
en los párpados de sal cubiertos,
en las manos tendidas; temblando

para verter de una vez tu ausencia
en mi petaca llena de olvidos,
y luego beberme tu recuerdo
para no soltarlo nunca, nunca.

Para eso, la única, es La Concha.

Allá El peine suspira a lo lejos,
pero parece que está tan cerca
que su canto lo enmudece todo:

Ahora sé que el olvido
es la peor de las borracheras."
S.Amargo
17 de enero de 2006
La Concha

Saturday, September 09, 2006

Epístola de invierno

"¿Sabes lo que de verdad busco?
Trato de hallar una adolescente que de repente acaricie una estatua inmóvil de piedra, o que me sorprenda tocando la goma negra aún caliente de los rojos autobuses de la noche madrileña. o alguien que se maraville y esboce una gigante sonrisa en su cara al ver algo tan sumamente bello e insignificante como la frágil y apaciguada caída de una hoja seca de otoño.
¿Existe una musa?, ¿Alguna chica que al pensar en ella no pueda dejar de desparramar versos, como si a cada paso y recuerdo de ella se me fuera cayendo la jarra de la poesía? No, tal vez no exista. Y he de tratar de resistir con paciencia y letras.
Tal vez sea completamente contraria a mí, y no comparta apenas ideas afines a las mías, pero yo busco alguien a quien servir mi sangre en una rosa recién cortada en verano.

Que alguien me tape la boca para que no diga tu nombre antes de tiempo, o que llegue un buen espíritu que me agarre del corazón y me lo arranque de cuajo. O tal vez que la inspiración y el deseo de escribir se me sean anulados, para que así yo ya deje de escribirte y pensar que jamás leerás esto, o que nunca podré descubrir tu sonrisa de alegría derrochada.
No paro de esperar la noche para que llegue por fin alguna noticia tuya, aunque sólo sea en forma de amistad y conversaciones inesperadas.

No sabes que me he levantado de la cama, porque no podía dejar de pensar en ti, y en las dos únicas veces que hemos coincidido. Y no sé si me han obsesionado tus palabras, tu lejanía, la imposibilidad de verte algún día, o simplemente tú entera, aunque jamás te haya besado.

Cuando se acabe la hoja me vuelvo a la cama, a ver si consigo reconciliarme con el sueño y agrieto la obsesión de tu ofuscadora presencia... en mi mente.

Al fin y al cabo son sólo palabras de un infame sonámbulo con tendencias al insomnio de tripas y nervios. La máquina de escribir no deja de temblarme pues creo que ha descubierto el desborde de las ideas y el hundimiento de todo lo que antes sentía y pensaba. No puedes acompañarme en mi camino de espinas que muda su piel, pero tal vez de vez en cuando pueda conseguir tus palabras de amiga lejana y de inestimable ayuda.

Deja que se me vaya acabando la tinta, y tal vez deje de escribirte, aunque no pueda dejar de hacerte poesía en mi cabeza de poeta aturdido y novato.

Poco más me atrevo a decirte, el sueño no me llama, pero la responsabilidad del estudio me aferra muy fuerte y no me deja tranquilo. Mañana estaré muerto de sueño, y seré sólo el recuerdo de lo que me hubiera gustado haber sido.
No me atrevo a decirlo... No me atrevo...

Buenas noches, mi musa anónima querida."


Salvador Amargo
"Epístola de invierno. Noche de invierno. Invierno de nada"
Enero de 2006
Tal vez no escribía a nadire...

Friday, September 08, 2006

La Galileo

"Salvador Amargo, hubo de recordar, frente al último concierto de La Galileo, el día en que su padre lo llevó a disfrutar de las cantatas de Rafael Amor"

(Manipulación de Cien años de soledad)
La Sala Galileo se entretiene, al borde de la frontera con Cea Bermúdez, entre malta y lúpulo, canapés y diversas artes: asiduos cantautores reflejan sus preocupaciones en los focos sudorosos del local, hilarantes humoristas practican el arte de la risa; los prácticos se envenenan en otros lugares. El idealismo quijotesco mana de entre las barbas del cantor argentino con aires más refunfuñados que de bufón pero siempre simpático, y picantemente provocador. El argentino baila sus dedos entre las ondeantes cuerdas, tensas pero suaves, metálicas y dulces. El público es acogido por los acordes –brazos ciegos que no temen ni juzgan a nadie-, mecidos en los oídos como lamento vivaz de la guitarra rematada… Luces. Respuesta. Protesta. El bar musical Galileo Galilei se presenta como un galeón invertido. El capitán dirige el sonido desde el timón. En popa el almirante se enfrenta al respetable, mostrando sus sentimientos escoltados por un contingente de mariposas que baten desde sus alas la música; es también una patera a la deriva, y jamás llegue su naufragio… Su neutralización significaría el cese de la bandera progresista –aunque peligroso sea hablar de progresismo-, significaría entregar las llaves del barracón. El bar es algo así como la cueva donde los obligados de despojan de sus disfraces para ir a la oficina; y se rompen filas, y las guitarras apuntan, y abren fuego los artistas. En poco tiempo el enemigo –la rutina y la ceguera- cae rendido a la magnánima e irrefrenable fuerza del arte. El esplendor se refleja en el rostro anonadado del boquiabierto espectador, casi activo en la utopía. Idealismo. Reacción. Despertar.
La revolución se entreve por las aturdidas mentes. Cuando todo está orquestado, cuando la detonación está ya toda preparada, entonces la ciudad vuelve a despertar en su noche, y Madrid vuelve a ser, de nuevo, una ciudad de cuatro millones de cadáveres: el trabajo y el metal llaman a las perturbadas conciencias de los ni siquiera insurrectos – ¿necesario recordar que las insurrecciones siempre fueron placadas?-. El ideal y el arte nacen y mueren, se encienden y se apagan en su propia cuna. Al fin y al cabo aquí, con los ideales, también es como la vida: el origen de todo es su propio fin, la muerte de sí mismo.

Salvador Amargo
"La Galileo"
Junio/Septiembre de 2006
Abrumadora política...

Wednesday, September 06, 2006

Observación momentánea del hombre

¿Y por qué "Es tan corto el amor/ y tan largo el olvido"?

El hombre es un animal de costumbres, de cierta tendencia a la ausencia permanente; sólo saborea algo cuando ya no existe, cuando se esfuma en la niebla del pasado.
Noto un cierto conformismo y adaptación en el hombre. No me refiero al hombre que ha conseguido avanzar en las ciencias, las letras... Hablo de la persona, de ese si-mismo que se adormece en la vulgaridad que no le duele.
Conseguida una meta, dejamos pasar un tiempo prudencial, y nos olvidamos de disfrutar cada día del esfuerzo que nos costó lograr esa pequeña parcela de satisfacción; no ejercemos un orgullo sano, ni siquiera participamos en lo que hemos conseguido.

El amor es una pequeña muestra de esta incapacidad humana -el corazón como atacado de una parálisis- que obliga al hombre a desatender sus sentimientos y caer en la rutina. Cierto que la rutina es amiga de la tristeza y la depresión de las emociones, pero más cierto aún es que nosotros mismos convertimos nuestras vidas en una rutina, ¡hay gente que la ansía!
Una vez encauzada una relación de amor, pasamos de ese éxtasis anfetamínico que nos regala el cerebro, a un bochorno diario, una espesa mirada, una convivencia inútil. De ahí el amor pasa a ser codicia, como una posesión, símil a los objetos que jamás tiramos por amarrarnos a una materialización del recuerdo.
Y, a pesar de ser un espeso y vago caminar, el tiempo pasa como inadvertido, y por lo tanto aparentemente fugaz.
En ese puente –curiosa similitud con la estructura de la vida- entre el nacimiento de las miradas pasionales reprimidas y la despedida de los últimos besos, es donde verdaderamente una persona comprende la naturaleza del hombre, que no es más que un gracioso cuadro variopinto, de tantas pinceladas – y a veces brochas- como hombres en la Tierra.
Una vez agotado el amor, o fuerza rutinaria conocida como noviazgo (o el error burocrático llamado matrimonio), el hombre pasa a una nostalgia irremediable, como una pérdida insoportable de algo que le pertenecía. He ahí el error del hombre: el lamento de su propia incapacidad para disfrutar diariamente de los varios productos de su esfuerzo.
Un hombre que ha construido electrodomésticos, edificios, todo tipo de medios de transporte –y por lo tanto de comunicación-, se complace de sí mismo por unos momentos y luego cree que ya no ha de disfrutar cada instante del uso de sus invenciones.
Convencidos de estabilidad y monotonía relegamos al ostracismo lo diario.
En cambio, cuando la situación ha de mudarse –entre otras la posibilidad de la pérdida o deterioro de algún bien, material o sentimental-, el hombre anhela todo cuanto ya no posee; es como si su seguridad le hubiera privado del deber de agradecer a su si-mismo o a los hombres pasados cada una de sus anteriores, y ahora ya extraviadas, posesiones.
Aun así, estos ejemplos no son la única imagen que relatan esta patología de la rutina y la conformidad negativa del hombre; sólo quise hacer una superficial alusión al amor como respuesta a los versos de Pablo.

Aludir a una costumbre del hombre, o tratar de dar una observación momentánea del hombre, no es un ejercicio de presuntuosidad, sino que es un intento de alentar a quien pueda –tal vez en la literatura sólo tratemos de alentarnos a nosotros mismos- de que evite una notoria tendencia a creer que uno es feliz sólo porque cree que lo que tiene será inmutable.
No declaro inmanente o permanente esta crítica; tampoco quiero desarrollarla como algo firme. Algo que se declara irrefutable sólo puede llevar a la intolerancia. ¡Bastante ya tuvimos –y tenemos- con los dogmas de la religión y de Papá Estado!

“Observación momentánea del hombre”
Salvador Amargo
6 de septiembre de 2006
El hombre ha de ceder en si mismo.

Friday, August 18, 2006

Se suicidó varias veces

Al poeta le dio, cómo no, por arrancarse los ojos, se destapó de sus oídos, desmenuzó su lengua lentamente con un cuchillo de cortar ilusiones, excavó hasta lo más profundo de su nariz hasta no poder oler más, se arrancó la mitad de cada uña de sus dedos, apuñaló cada resquicio de sus sueños, se quemó la piel para no sentir el calor y acabó por guillotinar uno por uno sus dedos: las mariposas lo habían abandonado. Él podía ver cómo las palabras se alejaban inexorablemente de su alma y no las podía aferrar con sus manos, porque las palabras son demasiado sutiles como para tocarlas. Esta vez no era por amor, no era por una tempestad de rabia, ni porque se sentía fuera de lugar, ni tampoco porque no entendía el mundo.... se estaba suicidando lentamente porque ya no sabía hacer poesía.
Su corazón se iba desplomando poco a poco, junto a las pocas hojas secas de ilusiones que le quedaban en las ramas secas de su soledad.... el árbol que desde los veinte años había empezado a crecer, solitario como una estrella en el desierto.
Poco a poco, con su fatalismo de siempre, volvió a arrastrarse junto a los demás hombres hasta que un día le atropelló la miseria, por no saber qué hacer, y volvió a suicidarse lentamente, fiel como siempre.
Le sacaron de su tumba para recordarle que aún había un lugar para él... pero él ya estaba cansado de jugar a buscar su lugar... porque no necesitaba tenerlo. De repente crecieron tres margaritas y una rosa sin espinas en su tumba, y es que sus penas ahora se mostraban alegres de haberlo abandonado.

Salvador Amargo
“Se suicidó varias veces”
7. Diciembre.2004
“No sigas el camino.
No pierdas tu vida.
Diana…”